2 de diciembre de 2017

Atardeceres y estrellas en el pueblo de mis abuelos

Con el corazón acelerado y tras más de 700 kilómetros de carretera, llegamos a “El Cruce” y percibo un aroma que me resulta familiar. Por fin puedo expulsar todo el aire que estaba conteniendo porque sé que ya estoy aquí. Ya he llegado al pueblo de mis abuelos. El olor a pueblo es indescriptible, es una mezcla entre frescor y campo que tiene un efecto inmediato en calmar mi cuerpo.

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